Gustavo Adolfo Bécquer
Originario de Sevilla, España, Bécquer nació el 17 de febrero de
1836 siendo su padre un célebre pintor del costumbrismo sevillano
quien dejó huérfano a Adolfo a los cinco años; comenzó sus primeros
estudios en el colegio de San Antonio Abad, para luego pasar a tomar
la carrera náutica en el colegio de San Telmo.
A los nueve años quedó huérfano también de madre y salió del anterior
colegio para ser acogido por su madrina de bautismo. A la edad de
diecisiete años dejó a su madrina y a la buena posición que ésta
le proporcionaba para viajar a Madrid en busca de fortuna a través
del campo de las letras que se le daba con facilidad.
Como es conocido, no era fácil subsistir de la literatura y paradójicamente, Bécquer que deseaba encontrar fortuna lo que abundó fueron escaseces, por lo que se vio obligado a servir de escribiente en la Dirección de Bienes Nacionales, donde su habilidad para el dibujo era admirada por sus compañeros, pero fue motivo de que fuera cesado al ser sorprendido por el Director haciendo dibujos de escenas de Shakespeare.
De este modo volvió Gustavo a vivir de sus artículos literarios que eran entonces de poca demanda por lo que alternó esta actividad con la elaboración de pinturas al fresco.
Tiempo después encontró una plaza en la redacción de “El Contemporáneo” y fue entonces que escribió la mayoría de sus leyendas y las
“Cartas desde mi celda”.
En 1862 llegó a vivir con Bécquer su hermano Valeriano, célebre en Sevilla por su producción pictórica pero no por eso más afortunado que Gustavo, y juntos vivieron al día uno traduciendo novelas o escribiendo artículos y el otro dibujando y pintando por destajo; mucho les costó a los hermanos salir adelante de su infortunio y con el tiempo lograron juntos una modesta estabilidad que les permitía a uno retratar por obsequio y al otro escribir una oda por entusiasmo.
Como legado para la literatura del mundo, Gustavo Adolfo Bécquer dejó sus “Rimas” a través de las cuales deja ver lo melancólico y atormentado de su vida; en el género de las leyendas escribió la célebre “Maese Pérez el Organista”, “Los ojos verdes”, “Las hojas secas” y “La rosa de pasión” entre varias otras. Escribió esbozos y ensayos como “La mujer de piedra”, “La noche de difuntos”, “Un Drama” y “El aderezo de esmeraldas” entre una variedad similar a la de sus leyendas. Hizo descripciones de “La basílica de Santa Leocadia”, el “Solar de la Casa del Cid” y el “Enterramiento de Garcilaso de la Vega”, entre otras. Por último, dentro del
costumbrismo o folklor español escribió “Los dos Compadres”,
“Las jugadoras”, la “Semana Santa en Toledo”, “El café de Fornos”
y otras más.
En septiembre de 1870 dejó de existir Valeriano, duro golpe para
Gustavo, que pronto enfermó sin ningún síntoma preciso, de pulmonía
que se convirtió luego en hepatitis para tornarse en una pericarditis
que pronto había terminar su vida el 22 de diciembre de ese mismo año.
Sus poemas declamados